Todo o casi todo cabe en 'The Hole', desde la música más rockera con acento anglosajón al sabor más cañí del cuplé y la copla. Es un Agujero sin fondo, sin normas y sin prejuicios inspirado en los espectáculos de variedades españoles de los años cuarenta y cincuenta al que el público accede desde el preciso instante en el que traspasa las puertas del Teatro Jovellanos. Antes de que se alce el telón, antes de que el público se acomode, antes de que comience oficialmente la función lo hace de forma extraoficial con los personajes situados aquí y allá, arriba y abajo, cuando el Hombre del Esmoquin Azul comienza a calentar el ambiente, a romper con los miedos y las reservas y empieza a preparar al respetable para darse un paseo nocturno por un mundo poblado por stripers, bailarines, cantantes, músicos y artistas circenses. Así fue ayer en un Teatro Jovellanos casi hasta la bandera (solo quedó algún hueco en general) y que hoy mismo repetirá llenazo.
'The Hole' es un compendio de monólogos cargados de buen rollo, provocación y optimismo y de números que muestran carnes frescas, musculadas, torneadas, tatuadas y depiladas, con música en directo -hay cuatro músicos-, grabada y hábilmente mezclada -en el tramo final suenan en un mix de lo más efectivo temazos tan conocidos como 'Eres tú' o 'Juntos'-, con muchísimo ritmo y con críticas a otros agujeros menos placenteros que este en el que estamos inmersos del que urge salir... Es todo eso y alguna cosilla más con una historia de amor como hilo conductor, con un maestro de ceremonias, encarnado por Canco Rodríguez en Gijón, que va hilando piezas y con un elenco de casi una veintena de artistas, entre los que se incluyen el asturiano Sergio Blanco, que ejerce como Hombre del Esmoquin Azul, y Vinila Von Bismark en el papel de Madamme Zoltar.
Una vez que el público se sitúa en sus asientos y con la diversión previa ya dibujando una sonrisa comienza el show con un Canco Rodríguez en pantalón de pinzas y camisa blanca. Pronto sustituirá el algodón por cuero. Y es que 'The Hole' comienza con el maestro de ceremonias inmerso en una vida aburrida, a punto de casarse y lejos del Agujero al que acabará por retornar para afrontar y vivir ese triángulo amoroso que está por llegar. Aunque que ya desde el principio tiene claro que es necesario reír, que la música y la risa son elementos imprescindibles de la existencia, que la diversión debe estar siempre presente. Ese es su primer grito de guerra. Y el público, feliz de escucharlo.
El primero de los monólogos de Canco Rodríguez no deja lugar a dudas de por donde van los tiros de una historia de amor que es mucho más que eso y que se alimenta con acrobacias, con bailes, con canciones, con cuerpos cañón y sensualidad, además de 'morcillas' de ámbito local que cambian en función de cada escenario. «Esta es una ciudad de izquierdas en las que, sin embargo, gobierna Foro», describían ayer en el Jovellanos.
Y con mucho circo. Gustavo Sartori escala y baila en el interior de un tubo de plástico antes de que el maestro de ceremonias lance el primer monólogo de una noche larga que se mece a los sones de tres chicas ucranianas, el trío Sunrise, que mezclan equilibrio, elasticidad y acrobacias sobre un escenario colorido, bizarro, cabaretero al grado máximo y sobre todo, subterráneo. Un escenario en el que suena el cuplé de la Rata Lorena Calero y el 'Pena, penita pena' con el que la trapecista Milena Oksanen se balancea después de desprenderse de una bata de cola de lunares. Un trapecio de lo más cañí que antecede más palabras, y una divertida coreografía que su vez precede a un descanso que en realidad no lo es, al menos para para los artistas. El MC hace públicas las normas para conseguir cartones para el bingo y durante ese parón en el que el público se levanta del asiento todos los personajes se encargan de reparto. El premio merece la pena: un jamón.
La segunda parte comienza, pues, con mucho sabor.. Un sabor de lo más español. Y también con el derroche de sensualidad de Vinila Von Bismack, reina del burlesque que luce cuerpo antes de que una pareja de patinadores giren sin tregua y sin miedo sobre una superficie de tamaño mini. Una demostración de fuerza y ritmo que precede al delicado número de las cortorsionistas tibetanas. Así avanza la fiesta. Así el agujero se agranda y así se va llegando al final de un espectácúlo que habrá de consumar su historia de amor, que habrá de cerrar el triángulo, volver a bailar, a cantar...
Fuente: www.elcomercio.esLa trama se resuelve y el público se divierte, aplaude. El Agujero se cerró después de tres animadas horas con ovaciones entregadas, con el público en pie y de nuevo la compañía dejándose tocar, querer y fotografiar. El telón se baja cuando se cierran las puertas. Hoy habrá más. El espectáculo, provocador, participativo y canalla, se queda en el Jovellanos hasta el 16 de agosto. Los amores del Maestro de Ceremonias, la Rata y el Gato tienen para rato.
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